Enrique Planas, Ed. Seix Barral, México 2024.
(Comentarios: Hernán Santiváñez Guija, un lector)
La novela se localiza en el poblado de Patacala a orillas del Putumayo, una zona inhóspita, de violencia, de asesinatos impunes y de explotación humana en la explotación del caucho. El ambiente transcurre en el burdel Paraíso, con una dinámica ágil y que con unos apropiados detalles descriptivos refleja el pasado. Los residentes son variopintos, diferenciados y con una jerarquía social definida en la comunidad de putas. Lo rige «La Rangacha», el principal cliente es Silvera como gobernador, una autoridad de bajo rango, pero con poder de vidas. Los excesos de los parroquianos en el lupanar se parecen a los ocurridos en el apogeo de la anchoveta, en donde los tripulantes de una «bolichera» cerraban un burdel en Chimbote, derrochaban el dinero y encendían cigarrillos con billetes de veinte dólares.
Aquiles, un adolescente, es iniciado sexualmente por «La Nanay» a instancias del propio padre, don Primigenio Ortega, posteriormente asesinado por su enemigo Silvera y desde ahí se convierte en el personaje central que incuba un sentimiento de venganza. Para evitar su asesinato, el adolescente es acogido de inmediato por una meretriz que lo viste de mujer. Seguidamente le ajustan el ropaje, es maquillado, usa peluca, le dan de beber brebajes para achicar y secar el pene hasta que se le cayera y hasta llegan a colocarle un polisón para darle una apariencia femenina. Un arte de simulación para instruirla, reservarla y ofrecerla como una «puta primicia» al adiposo Silvera una vez que desarrollara formas de mujer. Le ponen Orquídea de nombre, y todas las hetairas tienen nombres significativos, «La Limeña», «La Nanay», (tía de Orquídea) y «la Tusa Tusa», entre otras. Las meretrices disponían de espejos dedicados a la autocontemplación, dotados del poder de mostrar o desaparecer escenas reales, y de abanicos como un sutil instrumento de ocultamiento erótico.
Orquídea vive en el burdel una doble vida. Adoptó poses y una conducta femenina, orina sentada, pero se convierte en el aprendiz amante de «La Nanay» y de otra prostituta. Él, conservaba tres amigos de su edad. A uno de ellos, Orquídea lo atrae como tal y sucede un escarceo amoroso homosexual. La duda en un lector es que, siendo amigos de años, resulta poco creíble que Orquídea sea confundida con una mujer por más vestimentas femeninas que use. Y tanto más por el timbre de voz que bien podría haber sido reconocido por su amigo, así la hubiera visto con poses y ademanes de mujer.
En cada escena ocurre una permanente acción ya que hasta las mismas prostitutas se encuentran sujetas a una disciplina de rigor en donde la sanción consiste en recibir diez azotes en las nalgas desnudas encima de un potro de madera. Es una historia intensa, lineal, con una única analepsis. El conflicto se vive en cada párrafo, encubierto, subyacente, en medio de un frágil equilibrio orientado a cuidar a Orquídea. En ese entorno focal, en silencio, «La Nanay» abriga una oculta ambición.
Tras peripecias y un escape temporal, retorna Orquídea a su mundo, el burdel. Vuelve con la testosterona dormida. Elegante, bien maquillada, seductora, y sin pensar en una traición de «La Nanay» ansiosa por convertirse en la mujer del gobernador.
San Isidro, diciembre 2024.